Estoy tan triste, pero tan, que ya mis dedos se arrastran para escribir.
Me hice un té con leche pero todavía no me animo a darle un sorbo y sentir tu ausencia.
Me duele el corazón, el agujerito que dejaste. Un pedacito mio se fue con vos, con ese lugar que me diste, con ese amor que me brindaste.
Hay silencios que son necesarios, pausas que es imposible adelantar o atrasar. Hay momentos donde el tiempo se congela, donde la vida se detiene. Hoy caí.
Que vació enorme podemos dejar las personas en la vida de los demás, agradezco que haya sido desde un amor tan puro e incondicional incapaz de lastimar.
Solo duele tu partida.
No sé que hacer abu. Estoy perdida y creo que es momento de volver a casa antes de seguir por ahí.
Te busco en todos lados, en un sol que no aparece por el día nublado. En las gotas de una lluvia que todavía no decanta. En alguna flor, en algún lado.
Y solo veo ausencia.
¿Vos cómo hiciste para irte de la guerra? porque yo no puedo ni conmigo misma.
No sabes cómo necesito un abrazo tuyo, cómo me gustaría ver esos ojos chiquitos pero puros y llenos de intensidad. Molestarte tocándote el pelo gris que tenias, volver a ser nosotras un rato.
Me termine de hundir y tarde 24 hs en poder llorar. La rigidez en la soberbia de creer que puedo sola, de mantener la compostura porque “no es momento para quebrarse” me termino rompiendo aún más. Solo quiero abrazos, amor, y estar con los míos en casa.
Pese a todo, a las realidades, a las difuncionalidades que tenemos como familia, en algunas situaciones se siente bien volver ahí y quedarse un rato a descansar.
Lo necesito, ya no puedo seguir como una maquina. Necesito caer en los brazos de alguien, en la contención de los que me quieren, en los rostros que amo.
Estoy rota y la única manera de sanar, es amando. Y así frágil, sin fuerza ni mucha motivación, me hundo en ayudar a los canguros que estamos rescatando. Saber que alguien es más frágil que vos y que te necesita, a veces puede ser de ayuda. Qué loco, hace unos días me acordaba de vos y de cómo me enseñaste a hablar suave a los bebés. Lo uso con ellos, y funciona.
No puedo ver el té, no puedo oler el ajo. El estomago esta cerrado, la garganta es un nudo tironeante y la tristeza viva en el medio del pecho.
No te voy a negar que esperaba que te fueras. No me malinterpretes, no era vida para vos cómo estabas y por algo decidiste ir como te fuiste: silenciosa, tranquila y confiada en dar ese paso. Sin embargo, uno nunca esta preparado para estas situaciones por más que crea que sí.
La noticia me cacheteó la cara. Estoy devastada. Me quiero trasladar a casa, llorar en lo que era mi cama, abrazar a mis hermanos y mis primos; quedarme con amigas que son curita al alma. Ir con la familia de mi novio que me adopto como una más.
Estoy casi muda, mirando puntos fijos sin sentido y viajando en los recuerdos con sabores. Mi presente vive en Pedro Goyena, en el sillón con funda gris; ese que creía que estaba forrado con papeles de diario. Siento el sol de las mañanas, cuando nos levantábamos juntas y al mismo tiempo, para tomar un té con leche. Green Hillis, caras pero sabrosas.
Recuerdo la confitería de Primera Junta, “El greco” y pedíamos sanguchitos de miga con…. si obvio té con leche.
Las caminatas por el barrio, ese por donde me enseñaste cómo debía agarrar tu brazo, por dónde caminar, y qué debía hacer la gente. Tu bastón era mi guía.
Tu ceguera, nos guiaba a las esencias que perdíamos de la vida. Eras una superheroína tenías oídos supersonicos, podías escuchar sonidos enormes y fuertes, que estaban en la cotidianidad de todos, pero que nadie escuchaba. Yo siempre me maravillaba cómo podías saber que venía un auto, aún a kilómetros de distancia. Aprendí a escuchar lo que damos por sentado, aprendí a ampliar mis sentidos para entender al resto.
¡Mi abuela usa bastón blanco! repetía sin entender muy bien qué significaba. Va, en realidad, para mí estaba super naturalizado: eras “ciega” y lo pongo entre comillas porque de ciega tenías poco y nada. Veías las esencias, las tristezas, sentías las almas, las congojas. Veías más que cualquiera de nosotros.
Bueno, hoy la ciega soy yo. Me quede mirando solo el cenicero de afuera, nunca mire adentro. ¡Uf, cuántas cosas quemadas hay! ¡Cuánto deje que se pudra todo!
¿Dónde? ¿dónde te puedo encontrar? vos sabes que yo soy escéptica, quizás sea momento de creer en algo, ¿no? Pero para abu, no va a ser el cristianismo, perdón.
¿Y en qué puedo creer?
Me esta costando esto de despedirse a la distancia. Me queda esa sensación de que algo nos falto, de una última vez.
Anto, mi amiga, me dijo muy sabiamente, que lo hay en ese cajón es solo un cuerpo pero no vos. Y eso me daba la posibilidad de poder despedirte cuando yo decida hacerlo.
Tengo pensando escribir hasta quedarme sin nada por decirte, no sé si eso será posible. Dejaste muchas marcas hermosas, mucha magia en mi vida y mucha luz para quedarse sin decir. Pero lo intentaré y cuando todo eso esté, te prometo ponerlo en un río. Ojalá pueda hacerlo en el de España, ese al que fuiste de chica, en el que te refugiaste en tus recuerdos de grande.
Perdón, pero tengo una pregunta ¿te acordas de todos nosotros o te fuiste feliz en algún recuerdo sin saber quienes eramos? No me enoja, te lo juro; al contrario, me reconfortaría saber que te fuiste calentita en un lugar en el que fuiste feliz.
Ojalá, donde quieras que estés, el viento te recuerde mis rulos o mi tamaño para que rememores como me decías “petisa”
Y sino, bueno tranquila yo lo hago por las dos. No te hagas problema. Lo hice durante todo este tiempo en el que nos tuvimos que volver a conocer nuevamente.
Que amor tan grande, tan incondicional, tan protector. Tan y tan. Que afortunada que fui.
Es tan raro lo que siento. En algunas cosas soy tan parecida a vos, tengo tantas cualidades tuyas, que se me hace raro estar acá de este lado y vos allá. Ojalá los recuerdos sean un puente entre nuestros mundos para irnos a visitar.
Fragmentada, confundida. No sé cómo hacen otras culturas para que la muerte no duela de esta manera. Me esfuerzo en querer entender a la muerte, en procesarla de una manera distinta, pero no me funciona mucho. Bueno, mi escepticismo puede influir bastante.
El caso es que Pinocho estaba grave
Y en sí de su desmayo no volvía
Y el viejo cirujano no sabía
A quién pedir prestado un corazón
Entonces llegó el Hada Protectora
Y viendo que Pinocho se moría
Le puso un corazón de fantasía
Y Pinocho sonriendo despertó
Nunca me supe la canción entera, pero sí que cantaba con euforia las dos ultimas frases “ le puso un corazón de fantasía y Pinocho sonriendo despertó”
Y bueno, tendré que buscar como Pinocho algún corazón de fantasía hasta que el mio pueda volver a latir.
Voy de a poco abu. Escupiendo de a poco el dolor.
Te volveré a escribir pronto.
Tu carta me ha emocionado. Es preciosa.
Te acompaño en el sentimiento Maia.
Un abrazo sincero. 🫶